Haga feliz a una gallina

Dice la Real Academia que un gallina es un ser cobarde, pusilámine y tímido. También triste. Al menos lo son los 300 millones de gallinas que malviven hacinadas en las explotaciones avícolas europeas, productoras compulsivas de proteínas, sin más horizonte que una estrecha jaula de apenas un metro cuadrado compartido en grupos de seis, en pisos de doce, con el pico mutilado para evitar daños en la pelas por el espacio, con las patas achicharradas por las descargas eléctricas de unos dispositivos pensados para evitar daños a los preciados huevos.

Antes era lo contrario. Cuando llegabas a un pueblo las gallinas eran las primeras que salían a recibirte, aunque al contrario que los perros, no te hacían más caso que a las hojarascas que afanosamente escarbaban por el suelo en busca de algún gusano. Las seguían inquietos sus pollitos, mientras el gallo miraba orgulloso el grupo desde algún promontorio cantándole al sol. Eran la felicidad personificada, el modelo por excelencia de “Slow life”, de la vida tranquila, despreocupada, apacible. ¡Y qué huevos! Nada podía compararse al sabor profundo, auténtico, de ese delicioso manjar siempre acompañado por un gran trozo de blanco pan candeal recién salido del horno de leña.

Es cierto, somos muchos y necesitamos alimentos abundantes y baratos. El pollo es el principal de todos ellos. Sin embargo no todo está perdido. A partir de 2012, una nueva directiva europea obligará a los avicultores a acabar con el cruel sistema de producción industrial, a volver a las jaulas amplias con un nido donde cada ave pueda poner sus huevos, como siempre tuvieron en nuestros pueblos.

Pero desde ahora mismo podemos ya seleccionar en el supermercado un producto más respetuoso con los derechos de los animales, algo más caro, es verdad, pero de infinitamente mayor calidad. El secreto está escrito en el código de la cáscara. Fíjate bien, el primer dígito nos indica la forma de crianza de los animales:
El código 0 identifica a los huevos de producción ecológica, donde además de estar criadas en libertad, las gallinas son alimentadas con pienso natural sin insecticidas ni componentes transgénicos.

El código 1 identifica a los huevos llamados camperos. Las gallinas están alimentadas con pienso tradicional y viven en naves con acceso al exterior.

El código 2 identifica a los huevos de gallinas criadas en suelo. Gallinas alimentadas con pienso tradicional que viven en naves sobre el suelo, pero sin acceso al exterior. En realidad viene a ser un hacinamiento horizontal, aunque de algún modo pueden considerarse algo más libres de movimientos.
El código 3 identifica a los huevos de gallinas criadas en jaula. Son las gallinas hacinadas, las más tristes de todas ellas.

La compra justa es adquirir huevos marcados con un código que empiece por 0 ó 1. Lógicamente es la elección más cara, pero recuerda que además de comprar calidad estás haciendo mucho por mejorar la vida de estos pobres animales y, de paso, por ayudar a un desarrollo rural sostenible.


César-Javier Palacios
Fundación Félix Rodríguez de la Fuente

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