Nos hace falta más inteligencia ecológica | César-Javier Palacios

Todos conocemos el significado de un concepto de reciente acuñación, la inteligencia emocional: la capacidad que tenemos para reconocer sentimientos propios y ajenos, unida a la habilidad para manejarlos. Popularizado por Daniel Goleman en 1995, el célebre psicólogo norteamericano acaba de proponer un nuevo y revolucionario concepto: la inteligencia ecológica.

En su último libro, Goleman define este nuevo tipo de inteligencia como “la capacidad de vivir tratando de dañar lo menos posible a la naturaleza”. Para ello echa mano a la empatía, pero dirigida a la naturaleza en lugar de a un semejante. La necesidad que tenemos de comprender las consecuencias que tienen sobre el medio ambiente las decisiones que tomamos diariamente e intentar, en la medida de lo posible, elegir las más beneficiosas para la salud del planeta. Y otra vez se produce la gran paradoja: cuanto más coherentes somos con el bienestar de nuestro entorno medioambiental, mejor calidad logramos en nuestro bienestar personal.

En realidad siempre tuvimos esa inteligencia, pero la hemos perdido en el último siglo con nuestro espectacular salto tecnológico. La revolución industrial supuso un cortocircuito, una desconexión profunda en la secular relación mantenida entre el hombre y la naturaleza. Al ritmo actual de desarrollo desenfrenado necesitaremos de cinco planetas para poder seguir manteniendo nuestro actual crecimiento y consumo, pero sólo tenemos uno. Y como señala Goleman, la única manera de tratar de encontrar este equilibrio perdido es a través del consumo responsable. Esa nueva percepción obligará al mundo a modificar los actuales sistemas de producción. La revolución verde la vamos a protagonizar los consumidores.

Cambiando nuestros actuales hábitos hacia posturas medioambientalmente sostenibles es posible cambiar el mundo. Porque si nadie compra un determinado producto o servicio, éste desaparecerá del mercado. El consumo consciente, recuerda el psicólogo, parte de la responsabilidad personal (compro lo que necesito y no lo que la publicidad me hace desear) y de la conciencia ecológica (me informo de si lo que compro se fabrica respetando el medio ambiente).

La revolución ecológica llegará de la mano de la educación o no llegará. Deberán ser las escuelas, las familias, quienes cambien la mentalidad de los futuros consumidores. Como Goleman prevé: “Aprenderán a calibrar el impacto real de todas y cada una de sus elecciones personales. En eso consiste la inteligencia ecológica”.

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