Biodiversidad en tiempos de cambio global II | Miguel Martín Álvarez

Volvamos sobre las ideas, reflexiones y jugosas anécdotas que David Attenborough expuso con motivo del premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales 2009 en el auditorio de La Laboral de Gijón. En esta segunda parte entenderemos su emoción al observar la naturaleza, nos hará repensar el consumismo y reflexionar sobre el cambio climático. Tres breves pinceladas más sobre el pensamiento de este magnífico naturalista y divulgador de la ciencia.

“Es difícil elegir una escena que me haya emocionado particularmente después de 50 años de trabajo. Recuerdo una vez que, en las montañas de Nueva Guinea, estábamos buscando una especie concreta de ave del paraíso que jamás había sido filmada en los bailes nupciales que realizaba en el suelo. Según las crónicas, era espectacular. En un desfiladero colocamos en las laderas cámaras a un lado y a otro. Después de varias semanas, el macho apareció en un claro del suelo del bosque en un momento en el que asomaba el sol y, de pronto, comenzó la danza ritual. Nosotros nos comunicábamos a través de unos micros que llevábamos enganchados en el pecho. Cuando vimos que teníamos el plano se hizo el silencio. Fue tal la belleza y el asombro que se convirtió en uno de los momentos más memorables de mi carrera. Después gritamos ¡lo conseguimos! El operador de sonido me dijo poco después que, aunque había un silencio absoluto, él supo cuándo apareció el ave del paraíso porque oyó a través de sus auriculares el golpeteo del latido de mi corazón, que se aceleraba por momentos”.

Para Attenborough hablar sobre ‘Biodiversidad en tiempos de cambio global’ es hablar también de las pequeñas aportaciones que cada uno de nosotros puede hacer para que el legado de una Tierra diversa y rebosante de vida se pueda extender por todo el planeta y, además, perdure en el tiempo.

“Creo sinceramente que todos nosotros en nuestra vida privada podemos aportar algo para un cambio a nivel global. Pero un solo cambio de una sola persona, o de unas cuantas personas, no puede hacer nada. Tengan en cuenta que todo lo que tomamos de la naturaleza tiene un coste. Nuestros viajes, nuestra ropa, nuestros ordenadores… todo implica un coste para el medio natural. Así que, cuanta menos electricidad, menos alimentos, menos productos exijamos, mejor para la naturaleza. Y cuantos más seamos, más posibilidad de cambio”.

Su posición y su visión privilegiada le dotan de unas reflexiones agudas e incisivas. Sin espacio para el doble sentido. Attenborough no sólo busca enseñar al público las maravillas del planeta en que vivimos, también entiende que el compromiso con la conservación de la naturaleza es inherente a su trabajo.

“La única manera para que el daño a la naturaleza por el cambio climático se minimice es que haya un acuerdo global para limitar drásticamente las emisiones de CO2 a la atmósfera. Hay que exigirles ese acuerdo a los políticos. Y no es fácil hacerlo, porque el número de años que pasan en el poder no es suficiente para que una toma de decisiones como ésta, con repercusiones positivas sólo a largo plazo, tenga beneficios en su propia legislatura. Sin embargo, ya hemos visto que los costes sociales y medioambientales de no adoptar medidas llegan enseguida. Un gran acuerdo sería un gran logro para todos. El mundo no se salva en un día, pero sí se pueden hacer grandes progresos”.

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