Reflexiones al atardecer | Guadalupe Fernández de la Cuesta


Caen los últimos rayos de sol en la mole de “Cabeza Herrera”, una montaña barriguda, omnipresente, con su cumbre de púrpura y laderas de oro viejo. Poco a poco el monte comienza a recobrar la perfección de sus sombras y sus misterios mientras trato de hilar mis reflexiones deshilachadas nacidas de la placidez de este momento.

No hace tantos años, escribía yo en folios mis invenciones y relatos con abundantes tachaduras. Luego utilicé una máquina de escribir con visor donde leía las frases antes de fijarlas en tinta sobre el papel. Qué invento En estos instantes, cómo en un sueño, escribo desde la calle en un ordenador portátil que me facilita, por ejemplo, el trabajo de corregir. Siento la suave temperatura del atardecer y, cuando el sol se desmorone sobre la raya gris del horizonte, este texto habrá volado sobre las cumbres a lomos de Internet hasta la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente.  Sin más trabajo que el pulsar con acierto unas teclas. Un milagro de las nuevas tecnologías. Casi imposible de creer para las generaciones de la pizarra y el pizarrín. Quién me lo iba a decir. Además podría estar leyendo un libro en formato digital y proseguir luego entre centenares de títulos y temas almacenados en una tableta del tamaño de un cuadernito… Podría manejar cualquier tratamiento informático a través de un teléfono móvil… Podría, ¡qué sé yo!...

Veo la sierra y me llega el pálpito de un futuro escrito entre los pliegues de sus laderas. En estos horizontes serranos se asentará otra historia en el devenir de los años. Otra Historia -con mayúscula- imbricada en una crisis económica alarmante. Se acabó el modelo de desarrollo que nos hemos dado y el trabajo para toda la vida.  Creo que el efecto llamada de las ciudades se ha de invertir a favor de los pueblos donde, seguro, habrá gente emprendedora que descubra el potencial económico en tanta tierra abandonada. Otras estrategias de desarrollo económico pueden estar en camino.

No hace tantos años no presentíamos todo este auge tecnológico que tanto nos asombra. Por ejemplo: los residuos forestales se transforman en recursos para generar energía eléctrica en los pinares del Alto Tajo. La madera como materia prima para generar electricidad. Asombroso. La biomasa es también un potencial económico y de investigación para el desarrollo industrial. ¡Qué bien! Se me ocurre soñar con un turismo de masas… con un avance tecnológico en las explotaciones ganaderas… y en la agricultura…

 Hay gente emprendedora en nuestra zona de pinares a los que habría que apoyar sin más traba burocrática que un inteligente proceso de saltar por encima de aquellos leguleyos que quiebran toda esperanza de futuro. Me gustaría que los alcaldes de los municipios aunaran sus esfuerzos para una gestión común en los asuntos económicos y de progreso. Sin competencia. Con responsabilidad y eficacia. Se podría empezar, por ejemplo, con trabajos de mantenimiento y seguridad de nuestros montes para la gente de pinares. Y con servicios de limpieza…

Deseo con toda vehemencia que estas labores se inviertan en generar un activo económico para la zona. Porque sabemos mucho de pinos y estamos preparados para proteger el pinar. Ni un incendio, Ni un deshecho. Puro mimo, mire usted.
 Se cuela la noche por entre temblores de una luz agónica y deshilachada. Recojo mis sueños en el cofre valioso del optimismo y apago la pantalla del ordenador. Suenan las campanadas en el reloj del ayuntamiento.  ¡Las ocho! Y yo con estos pelos.

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